Lourdes Beneria (Vall de Boí, 1937) es economista y catedrática emérita de la prestigiosa universidad neoyorquina de Cornell. Experta en mercado de trabajo, economía informal, género y desarrollo, Beneria pertenece a esa categoría de economistas que con frecuencia son tachados de “heterodoxos” para que sus opiniones se apartan de la corriente mayoritaria de pensamiento económico. Su dilatada y brillante carrera académica, desarrollada principalmente en Estados Unidos, la hizo merecedora de la Medalla Narcís Monturiol al mérito científico, concedida por la Generalitat en 2003. Poco conocida en Cataluña, donde ha vuelto a vivir hace unos años, Beneria es una economista crítica, experimentada, humilde y que habla sin estridencias.
¿La crisis económica actual es una crisis del capitalismo como sistema?
Yo diría que sí, pero esta pregunta es difícil de responder claramente. Creo que hay dos cosas: por un lado, una crisis del capitalismo como sistema y por otro, una crisis más específica que comenzó con el estallido de las dos burbujas (la inmobiliaria y la financiera) y que se ha ido perpetuando con políticas equivocadas y otros acontecimientos. Las dos crisis están conectadas; el capitalismo como sistema se refleja en la grave crisis del medio ambiente o en los problemas de corrupción y la falta de valores éticos que prolifera por todas partes.
Durante los primeros años de la crisis se hablaba de la necesidad de refundar el capitalismo, sin embargo, de esta idea parece que ya no se habla…
Esto lo dijo Sarkozy -entre otros-porque vio estas conexiones (y en ese momento muchos de nosotros vimos una oportunidad para introducir cambios profundos). Luego, al propio Sarkozy seguramente le debía asustar la respuesta de qué quiere decir eso de refundar el capitalismo. Parece que ahora ya no se habla pero seguimos siendo muchos los críticos que creemos que el capitalismo, tal y como ha funcionado hasta ahora- ya no puede continuar. Y si sigue, puede crear problemas económicos y sociales enormes, como los derivados de las desigualdades crecientes tan evidentes resultado de las políticas neoliberales de las últimas décadas. Y estas desigualdades no son sostenibles porque no son compatibles con una verdadera democracia. Esto explica el éxito del libro de Piketty sobre la desigualdad global. Está claro que la desigualdad creciente podría crear tensiones muy fuertes en el interior de los países o entre ellos, como se está haciendo evidente en el caso de Grecia. Las desigualdades son negativas incluso desde el punto de vista del crecimiento económico -además de los aspectos sociales-tal como han argumentado el economista Dany Rodrik de la Universidad de Harvard y de otros economistas.
¿Las desigualdades son la única preocupación?
Las desigualdades son sólo uno de los aspectos, otro es el del medio ambiente y la destrucción de nuestro planeta. Estamos desequilibrando la Tierra, tal como nos recuerdan cada día los medios de comunicación y los científicos que desde hace tiempo nos dan detalles de una Tierra enferma y amenazante a la vez. Una cosa es que haya mucha gente que sea consciente del problema, y la otra es ponerse de acuerdo con las medidas que se deben adoptar para limitar las emisiones de CO2 o limpiar nuestras ciudades cada vez más contaminadas. Es difícil que los países lleguen a acuerdos para destinar recursos nacionales y globales suficientes para parar esta destrucción y amenaza. Hasta ahora sólo se han aplicado varios paliativos, pero no se ha logrado detener el desastre que se nos viene encima.
¿En qué indicador nos deberíamos fijar para medir el grado de desarrollo?
Muchos de los indicadores que se han utilizado hasta ahora, y que aún son los más corrientes, se concentran en el entorno del crecimiento del PIB y otros indicadores económicos como el nivel de renta, los niveles de producción y consumo, etc. El PIB incluye, por un lado, la producción de bienes que necesitamos (como los alimentos o los servicios del sistema educativo) pero también la de bienes que en realidad nos hacen daño, como las armas, los productos que contaminan o destruyen la naturaleza o los bienes de lujo, que no satisfacen las necesidades básicas y que en realidad contribuyen a un consumismo nefasto para nuestras sociedades. El grado de desarrollo debería medir sobre todo el nivel de satisfacción de las necesidades básicas de todos: alimentos, salud, vivienda, educación, nivel cultural, conservación de la naturaleza y del patrimonio histórico, y finalmente, bienestar en general. Habría que repensar el contrato social, es decir, pensar qué significa tener un Estado del Bienestar donde la pobreza y la explotación sean eliminadas y donde el grado de igualdad y cohesión social sea elevado, con una democracia viva, tanto política como económica .
¿El IDH no captura bien la necesidad de garantizar la igualdad?
El Índice de Desarrollo Humano, introducido por el PNUD por primera vez en 1990, fue un paso muy importante en el sentido de introducir variables no exclusivamente económicas en las medidas del desarrollo. El índice incluye por ejemplo variables sobre la esperanza de vida de cada país, los niveles de educación, la mortalidad maternal y el infantil, la población con acceso a la sanidad y el agua potable, etc. Desde 1995 también se han ido introduciendo indicadores de la desigualdad de género que con los años se han ido perfeccionando.
¿Crees que es cierto que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades?
Hay gente que sí, como los que tienen varias casas en varios países o los que consumen en exceso por encima de sus necesidades. Pero esta expresión a menudo se dirige como crítica a la gente que tiene menos recursos, acusándola de haber estirado más el brazo que la manga al estar atrapados -por ejemplo- por la hipoteca de una vivienda. También se acusa a los gobiernos de haber impulsado demasiado el gasto social (educación, salud, ayudas a los más pobres) con la idea de que estos servicios deberían privatizarse. En realidad se trata de una postura política y social poco responsable, pues generalmente aquellos que se quejan son a menudo los que pueden pagar los servicios privados que necesitan.
¿Las políticas de austeridad actuales que vienen de Europa son eficaces para crecer económicamente?
Se han aplicado en diferentes países de Europa y no han funcionado, dejando de lado que han creado unos costes sociales muy elevados. El casos de Grecia, España o Reino Unido los conocemos bastante bien, y en Europa en general las políticas de austeridad impuestas por la troika no han funcionado. Por eso ahora, por fin, parece que se está cambiando de estrategia a pesar de que, como vemos en el caso de Grecia, el problema de la deuda continúa y la tensión entre democracia e intereses financieros es todavía muy fuerte. Esto no quiere decir que algunas políticas de ajuste no se tengan que hacer; uno de los problemas es que los costes sociales de las políticas de austeridad están mal distribuidos. Mientras que se ha rescatado a los bancos con millones de euros, una gran cantidad de gente se ha quedado sin trabajo y reducida a la pobreza y la precariedad; hemos visto como los servicios de salud, educación, subsidios para la dependencia, artes, actividades culturales, etc. se han reducido a niveles ínfimos o incluso se han eliminado.
¿Como debería ajustarse?
Las empresas grandes y las personas con nivel de renta alto deberían contribuir mucho más de lo que lo están haciendo. El sistema fiscal debe ser progresivo y redistributivo. En cambio, los efectos de la crisis han sido regresivos: los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres, aparte de que las clases medias han disminuido mucho y en algunos casos están desapareciendo.
Pero se dice que bajar los impuestos a las rentas altas favorece el dinamismo de la economía…
No hay evidencia de que este principio, conocido como supply-side economics y que se empezó a divulgar sobre todo durante la época de Reagan en EEUU y de Thatcher en el Reino Unido, sea realista. La idea es que el estímulo de la economía no debería venir del gasto público o del papel del Estado -como argumenta la economía keynesiana- sino del sector privado, de los empresarios que acumulan suficientes recursos. Dicho de otro modo: si el sistema fiscal no presiona excesivamente las rentas más altas y deja que acumulen beneficios, estas los acabarán invirtiendo y de esta manera se creará empleo y se hará funcionar la economía. Pero, tal como han dicho Paul Krugman y muchos otros economistas, se ha demostrado que el sistema no ha funcionado de esta manera, ni en Estados Unidos ni en Europa; la gran acumulación de recursos privados no se ha invertido para crear suficiente empleo y beneficiar a la fuerza laboral, sino que se ha destinado a la especulación financiera.
¿Las políticas de austeridad son propuestas técnicas y neutrales desde el punto de vista ideológico?
Los economistas ortodoxos nos las quieren hacer ver así, pero a la larga no lo pueden decir porque quien soporta los costes sociales de las políticas de austeridad es la población trabajadora y con menos posibilidades de encontrar trabajo. Y si además estas políticas contribuyen a aumentar la desigualdad (social, de género, étnica, etc.), no se puede decir que sean políticas neutrales.
¿Cómo se puede hacer más competitiva una economía? ¿Bajando salarios?
Aumentando la productividad del trabajo e invirtiendo más en tecnología. Por ejemplo, organizando mejor la producción y los servicios abordando el tema de los horarios. Sabemos que la productividad española es de las más bajas de Europa; se trabaja muchas horas y se podría mejorar en eficiencia mejorando a la vez los problemas de conciliación entre el trabajo remunerado y el doméstico, etc.
¿La globalización es un fenómeno positivo?
No es un fenómeno tan positivo como inevitable, y tenemos muchos ejemplos. Podemos ver cómo el neoliberalismo, que está tan conectado a la globalización, nos lleva a ver como de la noche a la mañana comercios de proximidad del centro de Barcelona dejan de existir para dar paso a centros comerciales y productos de grandes marcas. O también como las tiendas emblemáticas de Barcelona están desapareciendo porque la competencia global hace subir los alquileres hasta no poder pagarlos. La globalización, si estamos obsesionados con el crecimiento económico, sí se puede ver como un fenómeno positivo, aunque se trata de un crecimiento desequilibrado: unos lugares mejoran y otros pierden capital, producción y puestos de trabajo. Genera mucha competitividad y puede hacer más eficientes algunos sectores económicos, pero también los puede destruir.
¿Qué valoración hace del TTIP que están negociando la UE y EEUU?
Estoy muy en contra porque está pensado para beneficiar a las grandes multinacionales que son la gran fuerza detrás de las negociaciones actuales. Es lo mismo que querían hacer con la OMC y que han logrado sólo parcialmente porque muchos países se han dado cuenta de que la OMC no les beneficia como esperaban y, además, representa un grado de dominación más elevado por parte de las multinacionales y otros intereses comerciales globales.
¿Por qué cuando un Estado tiene problemas de solvencia las instituciones financieras internacionales siempre recomiendan realizar una reforma del mercado de trabajo?
Porque quieren bajar los costes laborales para favorecer la competitividad hacia el exterior. Antes se hacían devaluaciones de las monedas. Ahora, como en Europa tenemos el euro, la receta no puede ser la misma. El problema de las reformas laborales es justamente el abaratamiento del trabajo y la flexibilización del mercado laboral. El sueño de un capitalista es contratar exactamente las horas de trabajo que necesita, y no tener que pagar por ejemplo toda una jornada de trabajo (o una pensión, etc.) cuando no lo necesita. Desgraciadamente, este sueño se está haciendo realidad con la “flexibilidad laboral” y se está extendiendo por todo el mundo.
El ex-presidente de la patronal Díaz-Ferrán dijo que “desgraciadamente ahora hay que trabajar más por menos”. ¿Lo comparte?
La precarización laboral es la estrategia que han adoptado muchos Estados occidentales para competir con China, India y otras economías emergentes. No es la única vía para competir. Los alemanes lo han conseguido de otra manera, pero dejando capas de población con niveles de renta que no les permiten vivir dignamente.
¿Son útiles los sindicatos a la hora de defender mejores condiciones de trabajo?
Muchos estudios han demostrado que históricamente allí donde hay sindicatos hay mejores condiciones laborales con salarios más altos y estados del bienestar más profundizados. Es lógico que sea así: la unión y la organización hacen la fuerza.
Hay quien defiende que los sindicatos generan ineficiencia y que, por tanto, hay que ir hacia una individualización de las relaciones laborales…
Este argumento se debería atacar de otra manera. Si los sindicatos no funcionan bien, habría que reformar para que funcionaran bien. A partir de los años 70 empezamos a transitar desde el antiguo contrato de trabajo en el “nuevo contrato laboral”, que tiene menos condiciones acordadas colectivamente y que regula empleos más individualizados y difíciles de comparar. Esto debilita la capacidad de negociación de los asalariados.
¿Por qué hay tanto paro en España y en Cataluña?
Ahora, porque hay crisis económica, porque no hay demanda como consecuencia de la explosión de las burbujas (financiera e inmobiliaria). Por otro lado, las nuevas tecnologías eliminan muchos puestos de trabajo y la robotización del mercado de trabajo intensificará esta tendencia. El esfuerzo laboral es cada vez más prescindible, no sólo dentro de la industria sino también en los servicios. Esto es una gran oportunidad para reducir la jornada laboral -como ha ocurrido históricamente con el cambio tecnológico- pero no se habla suficiente de esta posibilidad. Disminuir las horas trabajadas ayudaría a mantener más puestos de trabajo. La productividad del trabajo ha aumentado mucho desde los años 70 en el mundo occidental pero los salarios no han subido de una manera proporcional, muy al contrario.
¿Por qué las mujeres tienen una tasa de actividad inferior a los hombres?
Históricamente, cuando el capitalismo apareció, los hombres salieron a trabajar fuera del hogar y las mujeres se concentraron en las tareas dentro o en el entorno de la unidad doméstica, ya que se las asociaba más con las actividades de reproducción y de cuidado familiar. En las sociedades precapitalistas esta diferenciación de roles ya existía a pesar de que hombres y mujeres trabajaban dentro del “oikos” (casa / familia). Con el tiempo las mujeres se han ido incorporando al trabajo remunerado, pero las normas de género y las dificultades para su participación laboral aún presentan problemas de cara a una participación en condiciones igualitarias con los hombres. El grado de desigualdad en todo caso depende de muchos factores además del género: cultura, raza, etnia, etc.
¿Es cierto que las mujeres ganan menos que los hombres por hacer el mismo trabajo?
La llamada “brecha salarial” es prácticamente universal aunque la proporción exacta varía entre países, regiones, sectores, profesiones, etc. A menudo no se puede decir que hombres y mujeres hagan exactamente el mismo trabajo que el problema es la segmentación laboral o la separación horizontal y vertical de hombres y mujeres en tareas que se clasifican como “masculinas” o “femeninas”. Una clasificación que se utiliza como justificación de las diferencias salariales. A nivel mundial, la diferencia salarial por motivos de género se ha reducido en las últimas décadas en algunos países pero ni mucho menos se ha eliminado. Actualmente en España las mujeres cobran aproximadamente un 70% de lo que cobran los hombres, aunque esta cifra es un promedio y no tiene en cuenta exactamente los mismos trabajos. En todo caso, el porcentaje da una idea del problema, que va acompañado de una gran lentitud la reducción de la brecha.
La presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica Oriol, dijo que prefiere contratar mujeres mayores de 45 años para no encontrarse con el “problema” del embarazo. Crees que la mayor parte de empresarios o empresarias comparten esta opinión?
Esta opinión refleja los prejuicios de mucha gente: la mujer embarazada debería quedarse en casa! Afortunadamente esto ha superado fuerza -hasta el punto de que una política embarazada ha hecho campaña electoral y ha ganado las elecciones en Andalucía-. En todo caso, una empresa debería estar preparada y tener voluntad de no considerar el embarazo un obstáculo, pues de lo contrario estaríamos ante una discriminación de género.
¿Continúa existiendo una división Norte-Sur en términos de crecimiento económico y de desarrollo?
Este supuesto se está diluyendo un poco. Por ejemplo, últimamente los BRICs han emergido con mucha fuerza a pesar de que ahora estén pasando un momento menos bueno que en la década pasada. Incluso en julio de 2014 se creó un banco de desarrollo propio, al margen del Banco Mundial con sede en Shanghai, y ahora se está negociando la creación de otro banco por parte de China y algunos países europeos. Hay muchos países del Sur que ya no recurren al FMI o al Banco Mundial para pedir crédito; van a pedir a los países del Sur porque tienen la capacidad para dar crédito, sobre todo China.
¿Es normal que España y Cataluña hayan reducido de una forma tan drástica la ayuda al desarrollo?
La cooperación no es una prioridad para estos gobiernos. Como no les interesa demasiado, sólo reaccionan cuando hay mucha presión. Si tuviéramos una tasa Tobin y dedicáramos, por ejemplo, el 10-15% en cooperación, sería más fácil obtener los recursos que hacen falta para la cooperación y otras políticas globales. Además, la crisis es una buena excusa para cortar las ayudas, sobre todo cuando los problemas económicos y sociales en casa han ido aumentando.
El gobierno alemán dice que una tasa sobre las transacciones financieras es materialmente imposible de aplicar…
Puede ser difícil en algunos casos pero se perfectamente posible porque sabemos qué transferencias se hacen -al menos, las legales-, sus orígenes y sus destinatarios. También sabemos perfectamente que el valor monetario de estas transacciones es enorme, que está creciendo y que podría ser una fuente de ingresos muy importante para redistribuir la riqueza en el mundo.
Carol Pujadas y Enric Miravitllas